Expertos internacionales advierten del
déficit de vitamina D en lactantes, niños y adolescentes
|
La población infantil presenta, de
manera generalizada, bajos niveles de vitamina D, según ha informado el
Comité de Nutrición, CoN, de la ESPGHAN, European Society for Paediatric Gastroenterology
Hepatology and Nutrition, integrado por 10 miembros representantes
de distintos países europeos, entre ellos España, que en estos momentos está
representada por la profesora del departamento de Pediatría de la Universidad de
Granada Cristina Campoy Folgoso.
La vitamina D regula el metabolismo del calcio y el fósforo,
contribuyendo a la mineralización ósea, por lo que resulta esencial para la
correcta constitución de los huesos. Un déficit severo de este micronutriente
durante las primeras etapas del desarrollo podría derivar en raquitismo u osteomalacia.
La vitamina D se ingiere a través de alimentos de la dieta tales como el
pescado, los huevos o los productos lácteos; posteriormente, es necesaria la
exposición de la piel a los rayos ultravioleta de la luz del Sol para que se
produzca la forma activa de esta hormona.
La revisión sistemática titulada Vitamin D in Healthy European Paediatric Population, publicada en el Journal of Pediatric, Gastroenterology and Nutrition, por los miembros del Comité de Nutrición ha dado lugar a una serie de recomendaciones orientadas a prevenir esta deficiencia. Entre ellas, se aconseja que todos los niños tomen un suplemento oral diario de vitamina D (400 IU) durante su primer año de vida. Sin embargo, se ha demostrado que muchos bebés no reciben estos suplementos. Por tanto, es importante que los pediatras y los profesionales de la salud se aseguren de que esta eficiente estrategia preventiva se lleva a cabo, y por tanto, que todos los niños Europeos reciben diariamente los suplementos apropiados de vitamina D durante el primer año de su vida. Los niños y adolescentes que, por diversos motivos, tengan una exposición solar insuficiente (uso excesivo de cremas con alta protección solar, que estén en lugares cerrados la mayor parte del día, que lleven ropa que cubra la mayor parte de su piel o que vivan en países nórdicos durante el invierno), así como los niños de piel oscura que viven en países nórdicos, son más propensos a mostrar deficiencia de vitamina D. Otros grupos de riesgo identificados en el informe del CoN de la ESPGHAN, son los niños obesos y los recién nacidos alimentados al pecho que no reciben el suplemento oral de vitamina D recomendado. Aunque las recomendaciones del IOM para niños y adolescentes, de edades comprendidas entre los 2 y los 18 años, son de 600 IU/día, el CoN de la ESPGHAN concluye que a pesar de existir evidencia de baja ingesta de vitamina D en los niños y adolescentes europeos, los estudios no han demostrado de forma concluyente la necesidad de suplementar de manera generalizada a este grupo de población, ni tampoco se pueden establecer aún puntos de corte en estas edades para hablar de deficiencia o requerimientos. Por ello, instan a los gobiernos y autoridades a adoptar políticas que mejoren el estado nutricional de vitamina D mediante recomendaciones dietéticas, fortificación de alimentos, o suplementación de vitamina D según las condiciones locales. Los miembros del CoN de la ESPGHAN recuerdan la importancia de animar a niños y adolescentes a seguir un estilo de vida saludable, incluyendo una dieta sana que contenga alimentos ricos en vitamina D y actividades al aire libre asociadas con una prudente exposición solar, en función del lugar donde se viva. El profesor Christian Braegger, miembro del CoN de la ESPGHAN y coautor del presente informe, hablará sobre los requerimientos de vitamina D en los niños durante el ESPGHAN International Fori que se celebrará en Granada, en el marco del 20th IUNS International Congress of Nutrition. |
viernes, 26 de julio de 2013
miércoles, 17 de julio de 2013
"La obesidad debe ser considerada una enfermedad"
La Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO) defiende la necesidad de declarar la obesidad una patología, tal y como lo ha hecho recientemente Estados Unidos.
En Estados Unidos se acaba de proclamar que la obesidad es una “enfermedad”, una resolución que en España respalda la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO). Hasta ahora el sobrepeso no se consideraba, oficialmente, una epidemia. Pero, según la SEEDO, lo es: la obesidad es padecida por un 23 % de la población española y llega a un 39 % en sobrepeso, según el Estudio ENRICA. También es un problema arraigado en la Unión Europea, donde 52 % de la población sufre obesidad, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD).
Lograr más compromiso para su prevención
“Reconocer la obesidad como una enfermedad ayudará a modificar la praxis clínica, a incrementar el nivel de compromiso de los médicos con esta afección y a potenciar la inversión económica y científica para mejorar su prevención y tratamiento”, afirma el doctor Felipe F. Casanueva, presidente de la SEEDO. “Esta decisión no hubiera sido posible sin el compromiso de la Asociación Americana de Médicos (AMA), la organización de facultativos más numerosa de Estados Unidos, que contó con el respaldo de otras entidades afines como la Sociedad de Endocrinología. De ahí que sea tan importante la concienciación y apoyo mutuo entre los propios profesionales de la medicina”.
Un problema prioritario para la sanidad
Las consecuencias de incluir la obesidad como “enfermedad crónica” es que el sistema sanitario podría contar con más recursos para frenar el trastorno, haciendo incidencia en la atención primaria para prevenirla gracias a la empatía lograda con el médico de cabecera, cuyas recomendaciones suele seguir el paciente. Considerando el sobrepeso como una prioridad, el paciente podrá acceder a un tratamiento, que evitará que se desarrollen comorbilidades, como los riesgos que entraña para el corazón.
“La atención de una persona con obesidad llega a ser hasta tres veces más costosa que la de otra con peso correcto”, afirma el doctor Casanueva. “Si a eso le sumamos el alto porcentaje de población de la tercera edad con sobrepeso y el crecimiento de obesidad infantil tenemos cifras alarmantes que ponen en riesgo la sostenibilidad de la sanidad de nuestro país porque no hay sistema que pueda soportar mucho tiempo esta situación”.
martes, 16 de julio de 2013
La obesidad y la diabetes
pueden heredarse a través del esperma hasta los nietos
Científicos del Instituto Robinson de la Universidad de
Adelaida, en Australia, han detectado que hay señales moleculares en el esperma
de las personas obesas y con diabetes que puede aumentar el riesgo de
heredabilidad hasta en dos generaciones, según los resultados publicados en
'The FASEB Journal'.
De hecho, los estudios realizados en el laboratorio han
mostrado que las probabilidades de esta transmisión genética existe incluso
aunque sus hijos coman de forma saludable.
"La dieta de un padre cambia la composición molecular de
los espermatozoides. En el caso de padres obesos, estos cambios en sus
moléculas microARN podrían programar al embrión para la obesidad o una
enfermedad metabólica posterior", dice el autor principal del estudio, Tod
Fullston.
Además, han visto que en caso de descendencia femenina también
existe un mayor riesgo de tener sobrepeso u obesidad. "Es la primera vez
que se observa que se puede heredar una enfermedad metabólica por la obesidad
de su padre", dice.
Pero el estudio también se extendió a la segunda generación
del progenitor, y observó signos de trastornos metabólicos similares, incluyendo
obesidad, aunque no fue tan grave como la primera generación.
"Se sabe desde hace tiempo que la salud de la madre
antes, durante y después del embarazo puede tener un impacto en la salud de su
hijo, pero la salud de su padre durante este período suele pasarse por
alto", dice Fullston.
viernes, 12 de julio de 2013
Los edulcorantes artificiales
sin calorías ‘despistan’ al organismo
Los edulcorantes artificiales, sobre todo en las bebidas, son el remedio buscado –y vendido- para perder peso. Pero un número creciente de estudios, sobre todo estadounidenses, apuntan a que tampoco son tan saludables. Cierto que no aportan calorías como la glucosa, pero su consumo excesivo puede llevar a problemas de metabolismo, cardiacos, de hipertensión o incluso a un efecto rebote de ganancia de peso, apunta Susan Swithers, profesora de Comportamiento Humano y Hábitos Alimenticios de la Universidad de Purdue. Pero Swithers va más allá, y en un artículo publicado en una revista del grupo Cell Press da una explicación: el organismo se despista con el sabor y el metabolismo se desajusta.
El trabajo, hecho en animales, apunta a una curiosa explicación: la ingesta de edulcorantes –algo artificial- desata en el organismo la respuesta que sería adecuada cuando se toma azúcar –lo natural-. Ello implica la producción de insulina y todos otros procesos metabólicos. Lo que ocurre es que esas hormonas se encuentran con que no tienen sobre qué actuar, lo que supone un desajuste metabólico. Además, cuando llega una ingesta de azúcar de verdad, el organismo, maleducado por las experiencias anteriores, no se la cree, y no reacciona.
Aunque se trata de un trabajo previo, el primer objetivo de Swithers está cumplido. Parte de los efectos adversos del consumo (siempre en grandes cantidades) de edulcorantes se atribuían al propio individuo. “Como no tomo azúcar, puedo comerme esta hamburguesa”, ejemplifica Swithers. Pero, lógicamente, en los animales esto no sucede así.
El trabajo, hecho en animales, apunta a una curiosa explicación: la ingesta de edulcorantes –algo artificial- desata en el organismo la respuesta que sería adecuada cuando se toma azúcar –lo natural-. Ello implica la producción de insulina y todos otros procesos metabólicos. Lo que ocurre es que esas hormonas se encuentran con que no tienen sobre qué actuar, lo que supone un desajuste metabólico. Además, cuando llega una ingesta de azúcar de verdad, el organismo, maleducado por las experiencias anteriores, no se la cree, y no reacciona.
Aunque se trata de un trabajo previo, el primer objetivo de Swithers está cumplido. Parte de los efectos adversos del consumo (siempre en grandes cantidades) de edulcorantes se atribuían al propio individuo. “Como no tomo azúcar, puedo comerme esta hamburguesa”, ejemplifica Swithers. Pero, lógicamente, en los animales esto no sucede así.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)